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sábado, 7 de julio de 2012

EL ENREDO DE LA BOLSA Y LA VIDA



Antología del colmillo retorcido

            Vuelve el ínclito, el maravilloso, el de la floja conciencia y el verbo vertiginoso, el lunático detective con el que tantas sonrisas ha arrancado a los lectores Eduardo Mendoza, y lo hace con el eco sociológico de una crisis ante la que, visto lo visto, lo mejor que se puede hacer es empuñar la ironía, el sarcasmo, el esperpento y todo el ridículo que seamos capaces de imaginar, porque de otra manera terminaríamos como el propio protagonista, durmiendo desnudos en el suelo de su tocador de señoras, o con la cabeza dentro de un secador industrial y chupando el mango de un cepillo en vez de una anémica cuchara huérfana de los jugos del progreso.

La desaparición de Rómulo el Guapo, antiguo compañero de celda de nuestro particular investigador, es el punto de partida que trae a la escena de su vida a una serie de personajes disparatados, una parada de monstruos narrativos que roza la genialidad, una esposa despampanante y lúbrica con la que no hay manera humana o divina de yacer, una adolescente turbia llamada Quesito, timadores profesionales, mimos de alcurnia, africanos albinos, acordeonistas callejeros que aún esperan una orden del Partido para hacer estallar de una vez por todas la revolución. Y, cómo no, chinos, porque los chinos han dejado de ser una amenaza, son una realidad económica capaz de adaptarse al medio con una facilidad sobrecogedora, guerreros del euro que compran locales y rinden homenaje a los políticos catalanes del General Tat.

Es imposible leer esta novela sin esbozar una sonrisa, incluso sin carcajearse a veces, y sin envidiar la manera tan sibilina con la que Eduardo Mendoza retuerce una vez más su colmillo, porque lo hace con un estilo con el que ya nos hemos familiarizado, capaz de narrar los disparates más estrambóticos con una naturalidad pasmosa, tal y como hace con el atentado que se le atribuye al desaparecido Rómulo el Guapo, verdadera sublimación de un deseo que más de una vez habrán tenido algunos de los cinco millones de parados de este país. Además, la presencia de Barcelona como personaje, y no solo como fondo escénico, resulta imprescindible una vez más en las aventuras de este perturbado que hace años se ganó un hueco, nada respetable, por cierto, en la literatura española. Menos mal que no han  vuelto a encerrarle a pesar de sus tropelías, resulta mucho más interesante en libertad, salvo que algún día se le rebele del todo a su autor.


‘El enredo de la bolsa y la vida’. Eduardo Mendoza.
Editorial: Seix Barral. Barcelona, 2012. 277 páginas.
(LA VERDAD, ABABOL, 7/7/2012)

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