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domingo, 19 de abril de 2009

CRÍTICAS LITERARIAS - RICARDO MENÉNDEZ SALMÓN


 

 

La errata más amarga

              Salvo algunos empecinados ideológicos, nadie puede ya dudar de que el infausto once de marzo ha sido la errata más amarga de nuestra historia reciente, y aunque aún pasarán algunos años hasta que asimilemos todo lo ocurrido, se hace cada vez más necesario que aparezcan novelas como la de Ricardo Menéndez Salmón, que con su estilo tan directo como meditado ha sabido conmover el recuerdo en nuestras conciencias, sin renunciar en ningún momento a realizar una literatura de altísima calidad.

 

El corrector estilístico Vladimir, antaño escritor de no desdeñable proyección, pasa revista a todo lo que sintió en aquella mañana aciaga, y no se deja llevar por las emociones viscerales, sino que es capaz de reflexionar acerca de cómo lo ocurrido percutió en su existencia, y con expresiones tan demoledoras como brillantes: “Por la calle hay gente que sufre anginas de pecho y madres a las que la leche se les ha cortado”. El ejercicio más difícil, por tanto, consistía en valorar en qué medida el ser humano se vio sacudido por aquellas explosiones, y cómo encontrar los mecanismos necesarios para protegernos del mal.

 

En esa concatenación de juicios y recuerdos, a Vladimir le acompañan Zoe, su pareja, sus padres, tan alejados generacionalmente, su editor y un amigo que le llama desde Madrid. Con esas voces, y las de los noticiarios, como fondo, Ricardo Menéndez Salmón habla de literatura, de amor, de muerte, de las primeras reacciones políticas, y hasta del sinsentido que muchos experimentamos aquel día, al preguntarnos cómo era posible que “los viejecitos arrojaran pan a las palomas” y los niños “se esforzaran desde su pupitre por comprender la naturaleza íntima de la división”. A pesar de todo el dolor y de la poca talla de nuestros políticos, el mundo siguió girando, y Vladimir trata de explicarse ese misterio a lo largo de las páginas de la novela. Mucho se ha escrito sobre ese día, y mucho más se escribirá, pero probablemente no con la calidad, la profundidad de pensamiento y la sensibilidad que atesora Menéndez Salmón. Todos estábamos en aquellos trenes y para todos, los que quedamos y los que no, está escrita esta novela.

  

‘El corrector’.

Ricardo Menéndez Salmón.

Seix Barral. 143 páginas.

(LA VERDAD- ABABOL. 18/4/09)


 

jueves, 16 de abril de 2009

LA LINTERNA MÁGICA - SEÑORA DOUBTFIRE


 

 SEÑORA DOUBTFIRE

  

            Una vez más la estética se traslada de la sección de sociedad a la de sucesos. En Barcelona, en pleno barrio del Raval, han detenido a un angelito de sesenta y tres años por practicar intervenciones sin titulación médica y con material veterinario. El tipo (lo bien que estaría pre-jubilado si le deja el Gobernador del Banco de España) cobraba, como mucho, quinientos euros por un implante mamario, y dicen que vivía rodeado de tres perros, un gato y un loro, o tal vez eran tres gatas, un perro y algún otro híbrido después de pasar por sus manos.

 

Lo curioso es que no dejaba de tener pacientes, o impacientes más bien, llegados de cualquier punto de España para recibir unos jeringazos, con pistolas veterinarias y agujas reutilizables, de silicona líquida en pechos, nalgas o donde le solicitaran, total, con esos precios y semejantes condiciones de salubridad, no iba a ponerse quisquilloso con los caprichos de su público. Y todavía los mossos d’esquadra se han sorprendido por no encontrar ningún listado de personas intervenidas, ni facturas ni recibos. Hombre, el Mengele este podía ser un salvaje, pero tampoco un imbécil con un datáfono cobrando a crédito para dejar un jugoso rastro tras de sí.

 

Amén de la brutalidad, habría que mirar un poco más allá, porque si estos antros tipo doctor Moreau florecen cada dos por tres es porque tienen clientela. No seré yo quien critique los deseos de cada prójima, o prójimo, que de todo hay, a la hora de engordar medio kilo por teta o nalga, pero mucho me temo que esta sociedad de la imagen que hace tiempo se nos ha desbocado está dejando muchas más bajas detrás que consejos sobre cánones de belleza.

 

Mientras sigamos alimentando modelos de perfección artificial, siempre habrá envidias y anhelos de los que se aprovecharán cirujanos buitres en cualquier cuchitril. Si seguimos dando pábulo a tetonas o jovencitos con tableta de chocolate abdominal y cerebro de nube de algodón, continuará la fiebre del bisturí, aunque por desgracia no se haya inventado todavía la silicona idónea para rellenar vacíos craneales. Ya no hay cultura del esfuerzo ni siquiera para remozarse la fachada, la indolencia y la pereza nos gobiernan y nos cuestan vidas. Mejor sería adoptar el ejemplo de Robin Williams en esta comedia, más vale un disfraz que apuntale a tiempo que una silicona caducada en manos de un cabrón con pintas, aunque éstas sean naturales.